Padre David Baquerizo
Tratemos
de considerar cómo el mundo se puede meter en el corazón de nuestros jóvenes
por medio de la música.
Para
entrar en el tema, necesitaríamos preguntarnos de antemano: ¿por qué
escuchamos música? Una respuesta más superficial, aunque no del todo
incorrecta, podría ser: “Porque me gusta," o, “porque me hacer sentir
bien."
Ciertamente
la música nos hace sentir bien, nos agrada, porque es algo bello; y si decimos
que es bello queremos decir que es algo a la vez bueno y con todas sus partes
ordenadas (como por ejemplo un paisaje bello es un paisaje a la vez con cada
cosa en su lugar y estas cosas bien puestas en su lugar).
En
concreto, la música es una serie de sonidos bien ordenados entre sí - o sea
bellos - lo cual agrada a nuestra alma, y es más, le toca en partes profundas
de ella. Dios lo ha así dispuesto para que la música pueda primeramente elevar
nuestra alma justamente a Él, pacificándola y apuntando nuestros pensamientos
hacia el cielo: es un instrumento con que podemos alabarle de manera delicada
y majestuosa (imaginemos los cantos gregorianos que hemos escuchado en los
prioratos, o las polifonías que se cantan en los domingos y fiestas).
Pero
no toda música es gregoriana. Si quieren, “parte de la torta" también
nos toca a nosotros. Nos entretiene: puede servir para calmarnos para animarnos
a la valentía (un soldado en la guerra), alegrarnos, o ponernos tristes. En
fin, la música toca a las pasiones de nuestra alma. Esto igualmente no es de poco
provecho para nosotros, porque nuestras pasiones, que son tan rebeldes en cada
uno, — el enojo que lleva a faltar contra la caridad, la tristeza que desanima,
el temor que sofoca la iniciativa — encuentran aquí un lugar donde se pueden
ordenar, un cauce donde expresarlos o un medio para calmarlos. Todo esto es
bueno: ¿quién no quiere tener música alegre en un casamiento, llorar a un ser
querido que falleció con una melodía triste o incluso desahogar un enojo con la
5ta Sinfonía de Beethoven?
Podemos
encontrar un problema (y el mundo se ha rebuscado para conseguirlo) si existe
una música que no está, como dijimos antes, con los sonidos bien ordenados,
sino que tiene sus elementos desordenados. Gran peligro. Porque así como la
música nos toca profundamente, así de profundo puede ser el daño. Es aquí
donde tenemos el problema de la música moderna que hoy en día escuchamos. Por
“música moderna" nos referimos a toda la música que ha salido de la misma
familia o cultura “rock” desde los '50s: rock n'roll, boogie-woogie, blues,
Beatles, pop, hard rock, punk rock, heavy metal, acid rock, electrónica,
techno, funk, rap, cumbia, reggaeton, etc. ¿Qué problema tiene este tipo de
música? ¿Cómo puede estar desordenada? Para contestar a estas preguntas, hace
falta considerar los tres elementos que constituyen una pieza musical. Son: la
melodía, armonía, y ritmo.
Melodía
La
melodía es lo que caracteriza e identifica cualquier canción o pieza de
música. Es una sucesión ordenada de notas musicales: lo que cantamos o
tarareamos en alguna obra musical es la melodía. Ella es lo que habla más a la
inteligencia humana: puede expresar un pensamiento, experiencia o sentimiento.
Por ejemplo, “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi evoca claramente las
actividades de la naturaleza en cada estación del año. Es por eso que en sí la
melodía es lo principal en la música.
Armonía
La
armonía, segundo elemento en una pieza musical, es el acompañamiento que se
hace dentro de la misma; es decir, cuando escuchamos sonidos simultáneos en una
pieza: los acordes de una guitarra, las notas del órgano, o las voces conjuntas
en una polifonía, estamos escuchando la armonía. Ella da profundidad a alguna
pieza o canción: es más, produce como la atmósfera de una pieza. La armonía toca
más en particular a las emociones del hombre, a su corazón: nos puede hacer
sentir alegría o tristeza, calma o tensión, etc. Aunque importante, la armonía
tiene un papel secundario respecto a la melodía, por lo que no debe aplastarla
so pena de convertirse una pieza en un sentimentalismo vacío. Sería como el
político que habla y habla sin decir nada.
Ritmo
El
ritmo, tercer elemento dentro de la música, es lo que le da estructura a una
pieza. Es lo que le da moverse a un paso ordenado y regular. Al ser como el
pulso de una canción, algo más mecánico, el ritmo mueve más directamente al
cuerpo del hombre: es lo que nos empuja a marchar en una marcha, movernos en un
baile, seguir una música con el pie, etc. El ritmo es parte esencial de
cualquier pieza, pero como es la parte más “animal”, si se quiere, de la
música, con más razón debe siempre estar sujeto y como ayudante de la melodía.
Una vez considerados los elementos que forman una pieza musical, podemos ya
contestar a nuestros interrogatorios acerca de...
La Música Moderna
Si
hemos dicho que la música es un bien que eleva el alma del hombre - eleva y
ordena tanto sus pensamientos como sus emociones y pasiones - y esto por medio
de los tres elementos que hemos visto ordenados entre sí (melodía acompañada
de armonía y ritmo), se volvería algo malo y nocivo una música que invirtiera
este orden, y que por lo tanto intentara embrutecer al hombre, desordenando sus
pasiones. Esto es lo que precisamente intenta y hace la música moderna que
tenemos el vicio de escuchar hoy en día.
¿Cómo
consigue embrutecernos? Primeramente, esta música da una importancia desmedida
al ritmo: de hecho, ni se podría concebir el rock sin su ritmo tan particular.
El “beat” es lo que da todo el encanto a la música moderna para el que lo
escucha: la batería tiene un papel principal en cualquier concierto. La
armonía (es decir, los acordes de los guitarristas) queda en segundo plano, en
general con acordes muy pobres y repetitivos, y la melodía tiene último lugar;
se busca en general alguna nota que “suena bien” y “pega” con el ritmo, sin más
reglas ni consideraciones musicales que eso.
Habíamos
dicho que el ritmo era el elemento que daba simplemente estructura a una
melodía, y como su movimiento se da por medio de golpes de tiempo, toca más
directamente a nuestro cuerpo en su parte animal. Semejante predominancia en
el ritmo (como hemos visto) no puede dejar de transformar la música de ser algo
que eleva al hombre entero, a algo que le hace bajar y exacerbar sus impulsos animales.
Pero
quizás más importante aún es la manera en que el rock toca a nuestro cuerpo. El
ritmo de la música moderna no es cualquiera: un ritmo de marcha muy fuerte
sería molestoso, pero nada más. Está armado a propósito para empujarnos a
movimientos sensuales. ¿Cómo logra esto? Por medio de la sincopación. Nos
explicamos.
Un
ritmo normalmente se caracteriza por un golpe fuerte al principio, y uno o dos
golpes suaves, lo cual se va repitiendo durante toda la pieza (UN, dos, tres;
UN, dos, tres; UN, dos, tres, etc.). Sincopación sucede cuando uno rompe este
orden, dando estrés a un tiempo suave (un, dos, TRES; un, dos, TRES). Existe en
cualquier música y sirve para producir un momento de tensión en la pieza, que
luego se resuelve normalmente. Sin embargo, en el caso de la música moderna,
este ritmo a destiempo es constante y agresivo. Una repetición así constante y
fuerte exacerba el movimiento normal del cuerpo humano, y le produce
sensaciones de frustración, enojo, malestar; y cuando se toca con volumen
fuerte (como es el caso en la música moderna), hace que el cuerpo empiece a
secretar hormonas dando sensaciones de aceleración (adrenalina) y placer. Esto
basta para explicar el ambiente que podríamos imaginar en un boliche: la
euforia de los jóvenes y su agresividad por un lado, y los movimientos nada
modestos ni castos en su manera de bailar. Tan “efectivo” es este elemento del
ritmo, que han logrado modernamente (“refinando” los sonidos) producir los
efectos de varias drogas con solo escuchar ciertas combinaciones de ruidos.
La
armonía de la música moderna sirve para el mismo fin que el ritmo, por lo que
no hace falta discurrir mucho. Los acordes que se escogen para estas piezas son
acordes disonantes, que no se resuelven nunca, por lo que logran contribuir a
esta atmósfera de tensión y frustración.
Un
católico, debe esforzarse toda la vida (¡y con muchas lágrimas y penitencias!)
para lograr todo lo contrario de esto: ¿no es nuestro papel dominar nuestras
pasiones, ponerlas bajo el mando de la razón, dirigirlas por el buen camino, y
no el desordenarlas, y servirlas cuales esclavos? Resulta pues evidente que hay
algo incompatible entre la vida verdaderamente cristiana y esta música moderna.
Cada género de música moderna tendrá estas características en mayor o menor
intensidad, pero cada uno apunta a poner al hombre en rebelión contra sí mismo
(sus pasiones en contra de su inteligencia), los hombres en rebelión entre sí
(contra la autoridad), y en definitiva, al hombre en rebelión contra Dios. No
hemos hablado de la letra de estas canciones, que en su gran mayoría exalta la
revolución, exalta a la droga, el alcohol, a la impureza en todas sus formas e
incluso llega a burlarse de y blasfemar en contra de Dios y Su Iglesia. ¿Vale
la pena degradar e incluso poner en juego a nuestra alma por el gusto de un
momento que nos da escuchar esta música? Hay tanta música buena que nos puede
ayudar (la música religiosa, la clásica, la folclórica ya sea argentina como
de otros países, etc.), ¿por qué tirarnos sobre fruta podrida y venenosa?
El
Fénix N° 3, Boletín de la Escuela del Niño Jesús, Abril 2016.